La
vida de Santa Teresita es tan sencilla como maravillosa. Nunca
hizo nada fuera de lo ordinario, pero todo lo hizo con
extraordinario amor. Y es precisamente, este camino de pequeñez
lo que la ha hecho grande a los ojos de la Iglesia. Vivió tan sólo
24 años y no pisó nunca un aula universitaria, ni siquiera
traspasó los muros del convento del Carmen de Lisieux, donde
ingresó a los 15 años; y aún así esta joven carmelita es
considerada una de las más grandes maestras de espiritualidad de
todos los tiempos.
Su
historia es la de un alma sencilla y profundamente humilde que
encontró en el amor la clave de la existencia humana. Aunque
breve, su vida fue un testimonio permanente del inmenso valor de
la oración y de los pequeños actos realizados por amor. Tanto es
así que gracias su acción oculta y silenciosa llegó a
convertirse en patrona universal de las misiones sin haber salido
nunca del convento.
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